viernes, 2 de diciembre de 2011

PASEANDO POR LA CALLE DEL OLMO

Sentado. Horas y horas sentado.
Pensando, imaginando, recordando.
Ignorando que el sol desaparece de la ventana
y permitiendo que la oscuridad te devore.

Pasan horas, largas y silenciosas. 
La noche comienza a comerse tus músculos
que, fatigados, entumecidos y rendidos 
simplemente aceptan la incomodidad del frío.

No hay consuelo. Ni necesidad de ser consolado. 
Es simplemente convivir con una sensacion de vacío 
que has convertido en casi existencial. 
Es simplemente darle un poco de conversación a la melancolía que, 
imperturbable y fiel, siempre espera a que quieras prestarle atención.

Da lo mismo, ¿verdad?. 
No sabes si sigues manteniendo ilusión por los deseos antaño anhelados,
Te da pena, y también miedo, soñar 
y comprobar que los sueños no se pueden conseguir. 

Asi que así pasas las horas, en plena nocturnidad, 
esperando no volver a dormirte para no tener que pasar por eso de nuevo, 
porque no eres dueño de tus sueños, ni puedes controlarlos. 
Te dan miedo, te da miedo descubrir que tus ilusiones ridiculas 
no tienen lugar en esta vida.

Llegas a la conclusión de que si no duermes no sueñas, 
si no sueñas no te ilusionas y si no te ilusionas no te defraudas. 
Aguantas paseando por la calle del Olmo buscando a un amigo 
que responde al nombre de insomnio, pero no siempre aparece.

Entonces caes agotado, cierras los ojos un segundo y pasan HORAS. 
Regresas al mismo lugar de ayer, un poco más agotado, un poco más gastado, un poco más amargado... Y así vives y revives un bucle del que no sabes salir.
Ojala volvieras a disfrutar del sueño.