Y la lluvia caía, como cada día desde aquel día.
Y pocascosas importaban. Las gotas resbalaban por el pelo y la frente y las horas seguían pasando. Los dias se turnaban con las noches, llegaba el frio, el calor y otra vez el frio.
Y llovía y soplaba el viento, y todo seguía sin importar. Las gotas se confundían con las lágrimas y todas se estrellaban silenciosas contra el suelo.
Y el silencio ocupaba todo, eclipsaba el ruido, los gritos y los lloros. Tampoco ellos importaban. Ya nada importaba.
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